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Las Estrelladas de Luis: Mis viajes a Cuba (1)


LUIS ESTRELLA. 
FUENTE COSTA VERDE DR. 

Después de leer una gran cantidad de libros de superación personal, he llegado a una simple conclusión, de que alcanzamos la madurez y felicidad, cuando somos capaces de reírnos de nosotros mismos. Cuando llegas a reírte de ti, es sencillamente porque dejas de preocuparte por las cosas externas, ya no te importa lo que piensen, digan o critiquen los demás.
Has hecho consciencia de que lo determinante es el momento presente, el ahora y que las cosas tienen la importancia que tu mente les pueda dar. En esa circunstancia, sabes diferenciar de cuando observas algo de manera objetiva o por un filtro subjetivo.  Desde el momento que miras tu entorno con objetividad, desaparecen las decepciones y frustraciones, porque entendiste el arte de la manipulación del ser humano.
Cuando consigues tranquilizar la mente, colocándola en una situación de paz y serenidad, desde ese momento ya no te afectan las críticas , simplemente has madurado y logras disfrutar la vida, en cualquier situación . Ya eres capaz de observarte sin prejuicios y entonces empiezas a reírte de todos y de manera especial de ti mismo.
Somos programados para ser personas muy serias, responsables y perfectas, por lo que los temas a tratar siempre deben estar enfocados con ese criterio. Esa programación nos hace creer que cuando disfrutamos y reímos de cualquier tontería, estamos rompiendo con el esquema social y hasta cierto punto podemos sentirnos ruborizados al abordar estas situaciones. 
Acompañado de mi hija Laura y mi esposa Isabel, esperando en la cocina el almuerzo, iniciamos una conversación sobre anécdotas vividas por un servidor, las cuales en su gran mayoría giran alrededor de hechos ocurridos por despiste o como lo llamamos, por estar en el limbo. Entre risas surgió la idea de que eso podría condensarse en un libro, que se llamaría “Las Estrelladas de Luis”. 
Les dije en medio de las risas, voy a escribir esas anécdotas, porque como dice OSHO, no hay nada en la vida como reírse de uno mismo. Tengo la oportunidad de hacerlo y de inmediato empecé a escribir ésta breve introducción, que marcaría el inicio de “Las Estrelladas de Luis”. Les debe confesar que la idea me produjo una gran alegría, porque sé que eso mejorará mi humor y el sentido de ver la vida por el lado amable.
Tengo muchos años escribiendo sobre temas serios, sean políticos, económicos, internacionales, sobre xenofobia, espiritualidad, trastorno de la mente, el funcionamiento del cerebro, educación,  tecnología etc. En realidad temas muy profundos, por lo que entiendo saludable, buscar el equilibrio y escribir sobre algo más ligero, como es el de reírme de mis anécdotas que forman parte de mi vida limbera. 
Mi viajes a Cuba (1)
En los años noventa hice varios viajes a Cuba, la mayoría a Santiago de Cuba y un par a la Habana, acompañado la mayoría  de las veces por mi gran amigo, el periodista Nelson Peralta. En algunas ocasiones fui sólo y en una ocasión acompañado además de Nelson Peralta, de otro amigo, Evergito Peña (Quico).
En esos tiempos ir a Cuba era una terapia, por el ambiente contagioso de la  Isla, lo que se resolvía con mil dolores, 500 del paquete que  incluía Vuelo, Hotel, Tours y Tarjeta de Turista. Con los otros 500 dólares en esos 4 días, podías disfrutar de todas las actividades diurnas y nocturnas, comer y beber como un Rey y al final te quedaba dinero 
Siempre decía cuando regresaba de esos viajes, que el único País donde el dominicano se sentía turista era en Cuba, tratado siempre de manera muy especial, por el carácter muy parecido al de los cubanos y sobre todo por  el perfil de bohemio y dadivoso a la hora de dar propinas. El dominicano siempre ha sido muy demandado en Cuba, las féminas de esa Isla, reconocen y admiran su generosidad, así como todos los componentes de esa sociedad.  
Recuerdo un día que salí a dar un paseo por los alrededores del Hotel Santiago de Cuba, donde estaba hospedado, llegando a un pequeño parque, donde me senté a observar el ambiente y con ello  a saludar los transeúntes.  Parece que alguien reconoció que era dominicano, ya que normalmente pasaba por cubano, lo que ocasionó a los pocos minutos, que se congregaran decenas de personas a mi alrededor, haciéndome propuestas para diversas actividades y visitas a sitios familiares. Por suerte apareció una persona que trabajaba en el Hotel, que pudo rescatarme y llevarme de vuelta, lo que me sirvió para jamás salir a caminar por las calles del pueblo. 
Recuerdo lo consternado que quedé en mi primera visita, al oír de los propios cubanos como desarrollaban su vida, para poder sobrevivir en esa sociedad. El salario más alto era el de un médico, el cual oscilaba en 18 dólares, los demás profesionales tenían sueldos inferiores, por lo que era normal ir a cualquier espectáculo y encontrarse con bailarinas, camareras o simples trabajadores de conserjería, con varias profesiones, incluyendo la de Ingeniera, Administradora de Empresas, Lic. en Educación, abogadas y hasta Doctoras, trabajando y sirviendo en esos lugares.
Cuba era un País  tan impactante para quienes la visitábamos, por las situaciones que allí encontrábamos, al ver personas con tanto nivel académico e intelectual, buscando la manera de obtener por la vía que fuera algunos dolaritos. En ese primer viaje llegué a República Dominicana  con la maleta vacía, ya que todo lo que había llevado lo distribuí entre el personal del Hotel y personas que había conocido en mi estadía de cuatro días. Para mí era chocante oír personas muy educadas decirme que de las habichuelas que le daban al mes, que ellos llaman chicharos, tenían que usarlas para darle color al arroz y luego sacarlas para volver a usarlas y darle color de nuevo.
Todavía me acuerdo el caso de la esposa del taxista que contratamos para que nos manejara en el viaje, decirnos que para que sus hijos jugaran con pelotas inflables, tenían que usar los condones que el Estado les daba todos los meses, porque estaba prohibido tener más de un hijo. No entendía que a los propios cubanos se le prohibiera entrar a los Hoteles, así  como visitar las Playas, sino era acompañado de un turista. Usted podrá decir que eso no es cierto, pero puedo decirle que lo viví y experimenté personalmente.
Una forma de los cubanos ganarse la vida era creando en sus propias casas, pequeños restaurantes para vender comida y bebida, lo que al mismo tiempo era acompañado del alquiler de una de sus habitaciones preparada para los turistas. La mayor sorpresa fue cuando me enteré que esos micro comerciantes, tenían que darle el 50% al Estado de todo lo que producían.  Increíble, pero una realidad, que vivimos también, cuando tomamos un taxi, con un motor y una carrocería estilo un coco. La conductora tenía tres profesiones y al darle la propina, nos dijo esto es lo único que le quedaba limpio, ya que  había  supervisores por donde quiera,  tomando nota de sus rutas, porque aquí todo es del Estadlo nos decía con impotencia. 
En otra ocasión les dimos una bola a unos estudiantes universitarios que iban a tomar clases, en la ruta nos detuvimos para comprar unas pechuguitas de pollo, compartiéndolas con las universitarias. Nos sorprendimos al ver que en vez de comerlas procedían a guardarlas en sus carteras, por lo que le preguntamos la razón de su actitud. La respuesta casi nos deja en Show, al decirnos que en la Universidad que estudiaban internas, sólo le daban carne una vez al año, el día  del estudiante. No lo creíamos, aunque terminamos aceptando sus argumentos  como buenos y válidos.
Esta situación económica y social era precisamente lo que hacía que al turista se le tratara como si fuera un ser llegado de otro planeta y más si era dominicano, por su tendencia a la generosidad y también por la cultura de impresionar, más cuando se trata de damas hermosas como las cubanas. Ese primer viaje se convirtió en varios consecutivos cada año, aún con el riesgo que implicaba viajar en unos aviones anticuados y sin ninguna tecnología, como son los de Cubana de Aviación. 
 Recuerdo varios susto que pasamos en la travesía de Santo Domingo a Cuba, ya que desde que despegábamos del Aeropuerto, todo el interior del Avión se llenaba de humo, lo que no permitía observar a quien estaba sentado a tu lado. Cuando preguntamos a las azafatas, nos decían que eso era normal, que siempre pasaba, por lo que no debíamos preocuparnos, no había más remedio que aceptar la respuesta, calmarse y desear que eso no fuera un escape que pudiera producir una explosión. 
En otra ocasión que iba acompañado de Nelson Peralta, se presentó un mal tiempo, con agua y brisa, lo que provocó un retraso de varias horas, desde la 4 p.m. que estaba supuesto a salir el Avión, hasta las 10 p.m. cuando fuimos abordar nos encontramos con un avioncito de la segunda guerra mundial, donde la entrada era por la parte de atrás. Entramos y nos sentamos con mucho miedo, esperando el despegue, por lo que cuando eso se produjo, volamos unos minutos y tuvimos que devolvernos porque la brisa no permitía que el avioncito avanzara. Regresamos al Aeropuerto y esperamos que el tiempo cambiara, lo cual ocurrió a eso de las 12 de la noche.
Volvimos a abordar y despegamos hacia Santiago de Cuba, tomándonos como tres horas, en un viaje que normalmente es de 1 hora y 30 minutos. Creo que nunca sentí tanta alegría al aterrizar en el Aeropuerto de Cuba, aunque en ningún momento demostré ese temor, aunque en mil ocasiones intenté decirle a Nelson que nos quedáramos.  Al conversarlo tiempos después, Nelson me decía que él también intentó decirme que dejáramos el viaje, cuando el Avión se devolvió.  Estoy seguro que el EGO, que nunca le teme a nada, en apariencias claro, se impuso y nos hizo parecer llenos de valor y sin temor a la muerte.
En uno de esos viajes nos encontramos por primera vez con un Avión muy grande, debía tener asientos para más de 300 pasajeros. Un viaje feliz y muy confortable, pensamos por fin la Aerolínea  Cubana se decidió a modernizarse y adquirir aviones más grandes, cómodos y seguros. Al regreso del viaje nos encontramos de nuevo con los primitivos aviones de Cubana de Aviación, al preguntar la razón de por qué no estaba el Avión grande, la respuesta fue muy simple, ya que al llegar del viaje con nosotros, salió hacia Sur América y al aterrizar, se partió en dos mitades. No hubo víctimas porque ya todos habían abandonado el Avión. Sorpresa agradable por cierto para nosotros.


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